sábado, 1 de diciembre de 2007

La mafia de la SGAE

Esta, para nada y para nadie, ilustre institución vuelve a la carga para sacar tajada de donde sea. En plena batalla musical, ahora se descuelgan con la brillante idea de querer cobrar un canon a las bibliotecas por el daño que hacen a los autores con el préstamo de libros. Mi opinión queda completamente reflejada en la carta que reproduzco a continuación:
Escrito y firmado por José Luís Sampedro, escritor, filósofo y buena gente.
POR LA LECTURA
Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.
Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas.Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos.
Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.
Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo. Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque: a) obtiene algo a cambio.b) es objeto de una sanción. Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura? Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación?.¿Acaso dejaron de cobrar por el libro?. ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas?.¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?. Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura?, ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos?. No entiendo a esa Europa mercantil.
Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra. Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas.
He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.
¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!
José Luis Sampedro

martes, 27 de noviembre de 2007

El ocho, de Katherine Neville

Acudí a este libro alentado por la enorme fama de la que venía precedido, y aunque sé que esto no es garantía de gran libro, al menos durante el periodo estival parece que "perder el tiempo" con un libro enorme y que encima no sea bueno, duele menos.

Con esta premonición comencé a leer "El ocho" de la señorita Neville. Comienza situándonos en el año 1756 en un perdido convento en el corazón de los Pirineos franceses. Bueno, me dije, la historia parece prometer. Unas páginas más adelante saltamos vertiginosamente en el tiempo y nos situamos en el año 1972, en medio de la vida cotidiana de una experta en ordenadores y programación; he de reconocer que aquí sí que me mareé un poco. Esto es más de lo mismo, pero ya has empezado y esto hay que acabarlo como sea.


Y así ha sido, después de un mes cargando con el libro en la maleta allá donde fuese, lo acabé. Un consejo, si van a viajar mucho y quieren llevarse un libro, opten por uno con pocas páginas y preferiblemente en edición de bolsillo (aunque sé que esto no es un descubrimiento).
Para ser honesto, también he de confesar que ha habido pasajes bastante emocionantes. Trozos en los que no podía parar de leer y donde la acción desbordaba por todas las páginas, pero en conjunto el libro es muy del estilo de Códigos Da Vincis y similares, que desde luego no son el tipo de lectura que más me atrae. Aunque para el verano y con tiempo tampoco está mal (si encima le añadimos que compré la edición de bolsillo que no me costó ni 10€, no me arrepiento del todo).


En resumen, un libro entretenido pero nada más. Por cierto, revisen por casa, en el desván, en la bodega o enterrado debajo de una baldosa, por si tienen un ajedrez antiguo de perlas, diamantes y oro, pues si es así tal vez se encuentren en medio de LA PARTIDA.