miércoles, 11 de abril de 2012

EL MUNDO





“Fíjate, Juanjo, cauteriza la herida en el momento mismo de producirla…”

Cuatro fueron las motivaciones que me llevaron a decidirme por leer este libro: en primer lugar por ser la obra ganadora del Premio Plantea de 2007, lo que le reportó al autor un gran reconocimiento. En segundo lugar por la crítica que de la misma hizo Marsé y pude leer en algún sitio: “no es un libro encargado para hacerse con un premio, sino todo lo contrario…”. En tercer lugar, porque ya había leído otra obra del autor “Laura y Julio” y me pareció preciosa; un libro que me encantó de principio a fin. Y por último, porque no dejó de llamarme la atención que un columnista del periódica nacional “El País” escribiera una obra titulada “El Mundo”, al menos me resultaba paradójico.
Se trata de una obra autobiográfica, o al menos eso he deducido yo, ya que está narrada siempre en primera persona y casi en su totalidad aborda la infancia del protagonista, es decir, de Juan José Millás. El resto de personajes que aparecen en la obra, nunca dice si son reales o invenciones de su universo personal. Dividida en cuatro partes: el frío, la calle, tú no eres interesante para mí y la academia. En ellas se tratan temas como la angustia existencial, la soledad, y sobre todo, la muerte, apareciendo en la novela con la naturalidad de cualquier otro elemento. Todos ellos van calando y afectando al resto de personajes de la obra casi por igual, llenando de desánimo y desesperanza el desarrollo de la obra. Marcado desde el inicio, por la experiencia de un niño de ocho años que narra su traslado de Valencia a Madrid, las miserias de la adaptación a un barrio y una casa pobres, y la visión de una nueva calle desde la ventana del sótano de la casa de su único amigo. Un amigo enfermo del corazón, el Vitaminas, personaje de la novela que me gustaría destacar sobre el resto… “un chico de mi calle tenía una enfermedad del corazón que le impedía ir al colegio. Durante los meses en los que el buen tiempo lo permitía, el Vitaminas –así le llamábamos, ironizando sobre su delicado aspecto- permanecía sentado a la puerta del establecimiento de su padre (una tienda de ultramarinos anexa a un bar también regentado por él) con una bicicleta de carreras al lado. Nunca montó en ella, pero a veces decía que de mayor sería ciclista. Su deseo, si tenemos en cuenta que se ahogaba al menor esfuerzo, resultaba un poco trágico”
No esperes una obra con principio y fin, un argumento fácil de seguir o en sintonía capítulo a capítulo. Retazos de una vida, de una autobiografía… “hay libros que al modo del automóvil que se salta un semáforo, se cruzan violentamente en tu existencia. Me habían encargado un reportaje sobre mí mismo, de modo que comencé a seguirme para estudiar mis hábitos… acababa de ser arrollado por una novela”.
En definitiva un libro que te desploma el brazo cada dos por tres porque comparte la puerta de los sueños y los miedos de la infancia, una invitación al asomo, no ha hacia unos recuerdos sino una realidad. Pasado, presente y futuro se amalgaman, dejando de ser una biografía de autor para pasar a ser quizás la de todos, la del Mundo. Recordándote una vez más ese modo de ver la realidad dolorosamente afilada que tiene el que escribe, sin poder, ni saber mirar de otro modo. Una mirada de doble filo que te da o te quita la vida en cada pestañeo. Merece la pena entrar en el Mundo de Juan José Millás, y quién sabe, en tu propio mundo.



“Cuando escribo a mano, sobre un cuaderno, como ahora, creo que me parezco un poco a mi padre en el acto de probar el bisturí eléctrico, pues la escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas.”

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